La Unidad 10 de Melchor Romero, en la provincia de Buenos Aires, inauguró una cancha de básquet, un gimnasio de boxeo y un salón de baile para mejorar la salud física y psíquica de los internos y para fomentar su inclusión. «Son espacios de esparcimiento con aprendizajes de valores estructurales que forman a cada individuo mediante estimulaciones cargadas de múltiples factores positivos, físicos y emocionales”, afirmó Claudia Rodriguez, directora de Deporte y Cultura dependiente de la Dirección de Políticas de Inclusión, a cargo de Marcelo Iafolla. La iniciativa es impulsada por ambas direcciones dependientes del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la provincia.
La funcionaria explicó el impacto de la práctica deportiva también para las familias de los reclusos: “son enseñanzas que se logran cumpliendo la condena y son extrapolables a la vida en libertad. Son ejemplos que arrastran sus hijes, antes y después de recuperarla». Rodríguez describió al deporte como “mucho más que esparcimiento” y destacó la función de “enseñanza, formación y transmisión de valores”. Además, remarcó que “puede traer salidas laborales”. En declaraciones radiales, Rodríguez habló de la importancia de dar un trato respetuoso de los derechos humanos en las cárceles. “Los países nórdicos de Europa han bajado del 80% al 20% la reincidencia con todo este trato «más humano», como lo llaman. Es garantizar los derechos humanos que tienen y que muchas veces llegan a la cárcel sin tenerlos. En las últimas cuatro décadas han implementado esta «cárcel más humana» porque les dio resultado en cuanto a la disminución de la reincidencia. Qué mejor que garantizar los derechos humanos para que no vuelvan a delinquir”, explicó.
El fútbol y el boxeo son los deportes con mayor asistencia en las cárceles bonaerenses para hombres. “Contrario a lo que se cree, el boxeo disciplina bastante y controla los gestos porque si no controlás el gesto técnico, hacés mal el golpe y te perjudicás. A parte, se da en el estrato social más castigado y vulnerable. El espacio físico que se requiere permite que lo practiquen en un pabellón, no necesitás un campo de fútbol”, detalló Rodríguez.
El baile también es una actividad positiva en cuanto a los efectos psíquicos y físicos, aunque es algo que se da con mayor frecuencia en centros de reclusión de mujeres. “Es más terapéutico pero está resentido en el sexo masculino, no se animan. Hasta ahora siempre lo habían practicado mujeres y personas trans. Estamos tratando de incorporar esta práctica en el género masculino porque sabemos lo bien que hace a la cabeza. Es terapéutico, la música te sensibiliza. En la Unidad 50 de Mar del Plata, en un torneo de baile, una de las ganadoras se emocionó y dijo que ella antes no bailaba, que estaba medicada y que se autoagredía. Contó que tenía 4 hijos y que empezó a bailar para ver si los hijos la empezaban a ver mejor. Con el baile, se dejó de cortar los brazos, le sacaron la medicación y hoy su hija de 13 años baila afuera. Hacemos que la estadía sea un poco mejor y haga mejor a ese individuo, incorpore valores estructurales para que después no solo le haga bien a esa persona sino que arrastre ejemplos para con los hijos”, describió Rodríguez.